Jessica volvió en sí después de aquel shock y se encontró con unos ojos muy familiares clavados en ella, y una voz conocida que intentaba tranquilizarla. Aquel hombre era un fantasma... o la viva imagen de su difunto esposo. El millonario Smith Rutledge era un texano vivito y coleando y se quedó tan perplejo como la propia Jessica al ver cuánto se parecía a su marido... un marido que jamás la había hecho sentir o desear lo que Smith provocaba en ella.
Y, aunque el magnate texano merecía saber la verdad, eso significaba destapar importantes secretos del pasado que podían hacer mucho daño... Mientras buscaban respuestas, ambos se dieron cuenta de que cada vez compartían más cosas... incluyendo la cama...